Mujeres de la Reforma protestante en Sevilla. MARÍA DE BOHÓRQUEZ

 #WeToo: Mujeres para el Currículo.

Participación en el ABP del IES Pablo Picasso 2023. 

Mujeres de la Reforma protestante en Sevilla.


MARÍA DE BOHÓRQUEZ








Doña Maria de Bohorques fue hija ilegítima de Pedro García de Jerez Bohorques, caballero muy importante de Sevilla, de la casa de los marqueses de Ruchena, grandes de España de primera clase.

Tenía casi 21 años cuando fue apresada por la inquisición por luterana. Era discípula del canónigo magistral obispo electo de Tortosa, doctor Juan Gil y asidua a las enseñanzas de Casiodoro de Reina (primer traductor de la Biblia completa al español desde las lenguas originales) en el convento de Santa Paula. 

Sabía con perfección la lengua latina y se defendía en la griega; tenía muchos libros luteranos, sabía de memoria mucho de la Sagrada Escritura y manejaba también algunos de los principales escritos que interpretaban los textos bíblicos conforme a las opiniones de Lutero en lo tocante a la justificación por la fe, las buenas obras, los sacramentos y caracteres distintivos de la verdadera Iglesia. 

Reclusa en cárceles secretas confesó sus opiniones y las defendió como católicas, probando a su modo que no eran herejías, ni se les debía castigar sino imitar. Bajo tormento, declaró que había compartido sus opiniones con su hermana, doña Juana de Bohórquez y que esta no las había censurado. Dichas declaraciones llevaron a doña Juana a sufrir a su vez el peso de la Inquisición sobre ella.

Cuando fue detenida, con la mayor serenidad confesó María de Bohorques, desde el primer interrogatorio de los inquisidores que era uno de los miembros de la congre­gación evangélica. Su conocimiento de las Escrituras (los documentos de la Inquisición dicen que sabia de memoria los Evangelios y algunas obras teológicas reformadas) le proporcionó los medios de rechazar o rectificar con firme­za y facilidad todos los argumentos con los cuales los jueces procuraban envolverla y que a veces les eran útiles para engañar o atemorizar a otros prisioneros. Defendió su fe, presentándola, no como una invención de Lutero, sino como la verdadera doctrina cristiana rescatada por Lutero y sus compañeros de entre las ruinas en que había sido soterrada durante siglos, exhortando a sus jueces a que la abrazaran en vez de perseguirla.

En la causa de doña Maria la sentencia definitiva fue de relajación. Se dispuso que se le predicase para su conversión a las doctrinas romanistas en las cárceles antes del auto de fe, antes de su ejecución. La oferta que ofrecían los inquisidores era que aquellos presos que renunciasen a su conciencia y abandonasen sus ideas no morirán quemados. 

Dos sacerdotes jesuitas y dos dominicos predicaron en la cárcel sucesivamente, y salieron admirados de la sabiduría al mismo tiempo que de su inflexibilidad a las interpretaciones que daban ellos de los textos de la Sagrada Escritura. Llegada la víspera del auto concurrieron como principales auxiliantes otros dos dominicos, y después como auxiliares varios teólogos religiosos de distintas órdenes, y aunque recibía a todos con agrado y cortesía, les dijo que podían ahorrarse sus argumentos, pues por mucho que deseasen su salvación, nunca podían desearla tanto ni con eficacia tan grande como la interesada principal ; que yo cedería si me quedase la menor duda (por pequeña que fuese ); pero que, si antes estaba cierta de tener razón , mas ahora que tantos teólogos papistas en distintas ocasiones no me ponen argumentos que no tuviese ya previstos con soluciones preparadas y concluyentes. 

María, vestida del sambenito, fue lle­vada con los demás condenados al lugar del suplicio. Cor­dialmente saludó a sus compañeras de martirio, mientras formaban la procesión, exhortándolas a mantenerse firmes en la fe, y se disponían juntas a entonar un Salmo cuando los inquisidores, que habían advertido que estaba animan­do a los que estaban a su lado, mandaron ponerle una mordaza.

En el suplicio mismo, don Juan Ponce de León, ya convertido, dijo a doña María que no confiara en la doctrina de fray Casiodoro y cediese a la de los predicadores; ella le contestó tratándole de ignorante, idiota, y palabrero, y diciendo que no era entonces hora de gastar el tiempo en palabras sino en la meditación de la muerte y pasión del Redentor para avivar mas y mas la fe por la cual debían justificarse y ser salvos. 

Antes de ser encendida la hoguera fue amonestada otra vez para que abandonara sus errores y volviera al seno de la Iglesia. Al serle quitada la mordaza para poder contestar, lo hizo con voz firme: «No quiero ni puedo re­tractarme». 

Sin embargo insistieron algunos clérigos y muchos frailes, después de puesta la argolla de hierro al cuello, abogando por que no la quemasen viva en atención a su juventud y sabiduría si accedía a recitar el Credo. 

Lo consiguieron,aunque acabado de recitar, comenzó a explicarlo según las doctrinas luteranas.
Murió agarrotada y no en el fuego, el cual consumió pronto su cadáver. 

Foto: Discord
Fuentes:     Juan Antonio Llorente: Historia critica de la Inquisición en España. Hiperión. Madrid 1981
                   González Montano, Reginaldo: Artes de la Inquisición Española. Almuzara. 2010
                    https://historiamujeres.es/luteranas.html

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